Villa Diodati (John W. Polidori, Mary Shelley, Percy Shelley y Lord Byron)
Recuerdo que cuando era niña el ínclito Narciso Ibáñez Serrador explicaba con mucho énfasis y tono aleccionador que el mosntruo de Frankenstein -que insistía irritado que no tenía nombre aunque popularmente se le conociera con el de su creador- y Drácula habían nacido al mismo tiempo como si de espantosos siameses se trataran. Años más tarde en una cena escuché esa misma historia, con las deformidades propias de las leyendas urbanas, por boca de un joven que explicaba lo mismo dicho por Chicho añadiéndole al hombre lobo a aquel alucinante parto múltiple.Con el tiempo y algo de información me di cuenta de lo absurdo de aquello que me relataban. Bram Stocker nació unos cuantos años después, así como su criatura. Lo cierto es que cuatro geniales escritores se reunieron en la villa Diodati a orillas del lago Leman en las inmediaciones de Ginebra en el verano de 1816 y allí se gestaron algunos de los mitos de terror modernos.Aquel selecto e improvisado club dedicaban sus días a hacer excursiones, a navegar en barca, a hablar de lo humano y lo divino y a leer en voz alta historias de fantasmas que se les antojaban casi reales a la luz de los candelabros y por la ingesta de láudano. Llama la atención lo que Polidori escribió en una de esas sesiones de lectura el 18 de junio:"Después del té, a las doce en punto empezamos en serio a hablar de fantasmas. Lord Byron recitó los versos de "Christabel" de Coleridge, sobre el pecho de la bruja. Cuando se hizo el silencio Shelley gritando de repente, se llevó las manos a la cabeza y salió corriendo de la sala con una vela. Le echamos agua en la cara y luego le dimos éter. Miraba a la señora Shelley, y de repente pensó en una mujer de la que había oído hablar, que tenía ojos en lugar de pezones, lo cual al apoderarse de su mente lo horrorizó".Fue Lord Byron quien propuso que cada uno escribiera un relato de terror como los que solían leer en aqullas largas y ociosas jornadas. Sólo Mary Shelley y Polidori cumplieron con aquel compromiso y así nacieron "El monstruo de Frankenstein" y "El vampiro" (y aunque con esta obra nace el concepto de vampiro literario como lo conocemos, no se trata de "Drácula" de Stocker que sería posterior, de ahí el error de Chicho). Byron comenzó una historia "El entierro" sobre dos viajeros en que uno de ellos hace prometer al otro a cumplir con una extraña petición en cuanto hubiera muerto. Desgraciadamente no acabó aquel relato y permanece inacabada. Percy por su parte, comenzó una historia sobre las experiencias de su vida, pero en seguida desistió, tal vez incomodo con la prosa, pues él era poeta.Polidori iba a relatar una curiosa historia sobre una mujer que por espiar por el ojo de una cerradura era castigada a que su cabeza se convirtiera en una calavera, pero deshechó la idea que tal vez resultaba demasiado surrealista.Sin duda lo mejor de aquella apuesta fue el Frankenstein de Mary Shelley, donde encontramos de nuevo al individuo solitario, desorientado en un universo extremadamente hostil. La criatura nace inocente y es pervertida por el mundo que la rechaza por ser diferente, incluso su creador la desprecia. Y esta criatura se transforma en un ser perverso que dará a probar a su padre la misma medicina al destruir lo que más ama: la soledad. ¡Qué paradoja que estos amigos que parecían tan despreocupados en aquellos días apacibles en la villa Diodati caminaran tras la estela de la muerte trágica! Perseguidos, quizás, por sus propios monstruos interiores.Y es que la tragedia nos persigue ¿o es que hay alguna vida humana -o no- que no acabe trágicamente?
Recuerdo que cuando era niña el ínclito Narciso Ibáñez Serrador explicaba con mucho énfasis y tono aleccionador que el mosntruo de Frankenstein -que insistía irritado que no tenía nombre aunque popularmente se le conociera con el de su creador- y Drácula habían nacido al mismo tiempo como si de espantosos siameses se trataran. Años más tarde en una cena escuché esa misma historia, con las deformidades propias de las leyendas urbanas, por boca de un joven que explicaba lo mismo dicho por Chicho añadiéndole al hombre lobo a aquel alucinante parto múltiple.Con el tiempo y algo de información me di cuenta de lo absurdo de aquello que me relataban. Bram Stocker nació unos cuantos años después, así como su criatura. Lo cierto es que cuatro geniales escritores se reunieron en la villa Diodati a orillas del lago Leman en las inmediaciones de Ginebra en el verano de 1816 y allí se gestaron algunos de los mitos de terror modernos.Aquel selecto e improvisado club dedicaban sus días a hacer excursiones, a navegar en barca, a hablar de lo humano y lo divino y a leer en voz alta historias de fantasmas que se les antojaban casi reales a la luz de los candelabros y por la ingesta de láudano. Llama la atención lo que Polidori escribió en una de esas sesiones de lectura el 18 de junio:"Después del té, a las doce en punto empezamos en serio a hablar de fantasmas. Lord Byron recitó los versos de "Christabel" de Coleridge, sobre el pecho de la bruja. Cuando se hizo el silencio Shelley gritando de repente, se llevó las manos a la cabeza y salió corriendo de la sala con una vela. Le echamos agua en la cara y luego le dimos éter. Miraba a la señora Shelley, y de repente pensó en una mujer de la que había oído hablar, que tenía ojos en lugar de pezones, lo cual al apoderarse de su mente lo horrorizó".Fue Lord Byron quien propuso que cada uno escribiera un relato de terror como los que solían leer en aqullas largas y ociosas jornadas. Sólo Mary Shelley y Polidori cumplieron con aquel compromiso y así nacieron "El monstruo de Frankenstein" y "El vampiro" (y aunque con esta obra nace el concepto de vampiro literario como lo conocemos, no se trata de "Drácula" de Stocker que sería posterior, de ahí el error de Chicho). Byron comenzó una historia "El entierro" sobre dos viajeros en que uno de ellos hace prometer al otro a cumplir con una extraña petición en cuanto hubiera muerto. Desgraciadamente no acabó aquel relato y permanece inacabada. Percy por su parte, comenzó una historia sobre las experiencias de su vida, pero en seguida desistió, tal vez incomodo con la prosa, pues él era poeta.Polidori iba a relatar una curiosa historia sobre una mujer que por espiar por el ojo de una cerradura era castigada a que su cabeza se convirtiera en una calavera, pero deshechó la idea que tal vez resultaba demasiado surrealista.Sin duda lo mejor de aquella apuesta fue el Frankenstein de Mary Shelley, donde encontramos de nuevo al individuo solitario, desorientado en un universo extremadamente hostil. La criatura nace inocente y es pervertida por el mundo que la rechaza por ser diferente, incluso su creador la desprecia. Y esta criatura se transforma en un ser perverso que dará a probar a su padre la misma medicina al destruir lo que más ama: la soledad. ¡Qué paradoja que estos amigos que parecían tan despreocupados en aquellos días apacibles en la villa Diodati caminaran tras la estela de la muerte trágica! Perseguidos, quizás, por sus propios monstruos interiores.Y es que la tragedia nos persigue ¿o es que hay alguna vida humana -o no- que no acabe trágicamente?
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